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La asombrosa capacidad de leer la mente

Conchy Pérez Subinas

5 de enero de 2022

Y después de 20 años de relación deciden separarse. No soportan ciertas manías el uno del otro. Y es que se provocan mutuamente con aquello que no soportan, como por ejemplo, estrujar el tubo de la pasta de dientes.

Así, por escrito, produce risa o, al menos, una sonrisa. Pero éste o comentarios similares surgen de las relaciones de pareja. Empecemos por el principio.

Nos acabamos de conocer y, por tanto, aún no nos conocemos. Más allá de que antes no nos hubiéramos encontrado, empezar a conocernos es empezar un sondeo no deliberado sobre gustos, aficiones, hábitos… Basta un sólo primer café para saber que eres un amante del café si eliges el sitio para tomarlo. Porque lo preparan muy bien, en la temperatura exacta, con el aroma justo, su equilibrio entre dulzor y amargor que caracteriza al café… Sin embargo, para otros asuntos deberemos tomarnos más tiempo. Tiempo que nos dedicamos especialmente al principio de una relación. 

En realidad, es algo común a todas las relaciones. Pero es especialmente característico de las relaciones de pareja. Al principio no, pero con el tiempo la relación de pareja se convierte en la relación del círculo de intimidad más próximo por excelencia. Las relaciones del círculo de intimidad más próximo son las de la familia a la que pertenecemos. Como hijos vamos conociendo a los miembros de nuestra familia sin querer. Y es la relación más estrecha, cercana, íntima o próxima que podemos desarrollar. 

Intentemos visualizar los círculos de relación como si cada uno de nosotros fuéramos el centro y fuéramos dibujando círculos concéntricos con el mismo centro, con un radio cada vez mayor cuanto más se distancian del centro, que somos nosotros mismos. Pues bien, salvo la familia en la que nacemos y crecemos, el círculo de intimidad, el más próximo a nuestro centro es el de la relación de pareja. Esa pareja que se forma por dos personas que se encuentran por primera vez en un momento determinado de su vida y que tienen como primera misión conocerse.

Vamos a obviar de momento la atracción, la fase de enamoramiento… Y vamos a centrarnos en el proceso de conocerse. Cuando dos personas se encuentran por primera vez, suponiendo que tienen interés en conocerse, pondrán especial atención en la otra persona y tendrán especial facilidad para retener lo característico de ella.

Si el primer día que se encuentran ocurre la escena del café no tendrá sentido que cuando vuelvan a quedar se repita. Ni por una ni por otra parte. Es decir, quien haya mostrado su interés por el café recuerda que ya se lo hizo saber y quien lo escuchara también recuerda que es un amante del café. Esto que parece muy básico puede estar en los cimientos de la relación de pareja. Sí. Esto que ocurre así, de manera natural, que fluye… puede suponer que una pareja acabe diciendo que no soporta que estruje el tubo de la pasta de dientes.

Avanzando en la relación, será similar el aprendizaje del uno y del otro. En el sentido de que pasan de no haberse visto nunca a conocerse. A saber el uno del otro porque se lo cuentan mutuamente, porque comienzan a experimentar juntos (y, por tanto, no necesitan explicarse, ya lo están viviendo juntos), porque aunque no estén juntos llega el momento de comprobar que se conocen… Podemos decir que se conocen cuando, no estando juntos son capaces de suponer cuál sería su comportamiento en una determinada situación o cuál sería su parecer respecto a un tema… Y este paso es necesario. En un determinado momento de la relación es imprescindible para seguir avanzando para que el círculo se estreche y cada vez esté más próximo del centro.

Ocurre de manera natural y con orgullo se reconocen mutuamente como pareja fuerte, estable, que se conocen y nada puede sorprender al uno del otro. Parece que se leen la mente.

No es por quitarle romanticismo al asunto, pero con lo explicado previamente tiene sentido deducir que es lo normal. Que una pareja se conoce en base al tiempo que se han dedicado y la capacidad natural de no tener que revivir constantemente las mismas situaciones para ser capaces de adivinar lo que viene después.

Entonces, ¿en qué momento se trunca? Hasta este punto de la relación todo fluye, no hay reflexión sobre el pensamiento porque todo encaja y avanza hasta que… un día el amante del café no quiere café. Vaya, algo ha pasado para que un asunto incuestionable deje de serlo. Y puede ser una explicación sencilla de entender y sin importancia, que se resolverá fácilmente, pero necesaria. Tan necesaria que justifique el cambio y tan necesaria que le prevenga de que estas cosas pueden suceder. La próxima situación similar no sorprenderá, porque ya se ha dado en una ocasión y puede volver a darse. Incluso, la próxima vez que se dé ya tendrá la explicación posible. Aunque también es posible que aquello que lo motivó no se vuelva a repetir y el motivo del cambio en la siguiente ocasión sea otro. Pero como se conocen tanto… se presuponen. Ahí está. Ahí se ha truncado. Como se conocen ya no se dedican tanto tiempo. Ya se presuponen. 

Es condición necesaria para avanzar en el conocerse en una relación que no sea necesario repetirse. Pero en ese proceso suele olvidarse que sigue siendo necesario comunicarse. Interpretar continuamente lo que la pareja tiene en su mente puede empezar por un “tiene un mal día”, “ya sabrá porqué lo hace”,… y acabar convirtiéndose en “no te entiendo”, “a qué viene ahora esto”… Y, “si ya sabes que no me gusta que estrujes el tubo de la pasta de dientes por qué lo haces” o peor aún “lo haces para fastidiarme”.

Así, lo que empieza siendo necesario para establecer las bases de una relación acaba convirtiéndose en motivo de conflicto por…

La asombrosa capacidad de leer la mente

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